El Puercoespín by Julian Barnes

El Puercoespín by Julian Barnes

autor:Julian Barnes
La lengua: es
Format: mobi, epub
publicado: 2011-01-20T21:23:12+00:00


–¿Sabes qué pienso?

–Piensas que deberíamos dejar de seguirlo, Dimiter.

–Sí, pero ahora sé por qué razón lo pienso.

–Pásame la cerveza, por favor.

–Es algo así… Nos han educado, ¿no?, en la escuela, y con la prensa y la televisión, y nuestros padres, o algunos padres por lo menos, para que creyéramos que el socialismo era la respuesta a todo. Quiero decir, que el socialismo era justo, científico, que todos los viejos sistemas se habían experimentado y fracasaban, y que sólo éste, bajo el que teníamos la suerte de vivir, sólo éste era el único… correcto.

–Eso no lo pensábamos ninguno, Dimiter; por lo menos no en serio.

–Tal vez no, pero es lo que suponíamos que los otros pensaban, ¿no?, hasta que comprendimos, hasta que averiguamos que la mayoría estaba suponiendo también. Y entonces nos dimos cuenta de que el socialismo no era una verdad política indiscutible, y que todas las cosas tienen dos caras.

–Eso lo mamamos desde críos.

–Sí, ya entonces aprendimos que era cosa de elegir entre dos.

–Muy gracioso, Atanas.

–Lo que estoy tratando de decir es que, viendo el juicio día tras día, oyendo al fiscal, oyendo a la defensa, esperando a que los jueces decidan, siento que todo esto… le está yendo demasiado bien.

–¡Porque las acusaciones son tan insignificantes!

–No, no, en absoluto. Porque todo este tinglado carece de realidad. Porque llega un momento en el que ya las cosas no tienen dos caras: hay una solamente. Todo cuanto sale de su boca es mentira, es hipocresía, es basura irrelevante. Ni siquiera debería escuchársele.

–¿Habría que ir, entonces, a un juicio moral?

–No, tampoco. Tendríamos que haber dicho: éste es un asunto que no admite dos caras. El mero hecho de celebrar un juicio implica que se le concede un crédito falso; equivale a admitir que incluso en este caso, incluso en el peor de los casos, la historia puede tener otra cara. Y no es así. Punto. En algunas cuestiones no hay más que una cara. Y sanseacabó.

–¡Bravo, Dimiter! Pásale una cerveza. Permanecieron un rato en silencio. Luego dijo Vera: -Nos veremos mañana en casa de Stefan. A la hora de siempre.



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